En la escolaridad se deberían utilizar los libros en el aula como uno de los instrumentos de apoyo más idóneos para la transmisión actualizada del conocimiento, no como única herramienta, sino como una de las más útiles para garantizar la equidad y el acceso a la información relevante.

Tanto Arrangóiz (1994), como Peña y Gringberg (1977), coinciden en que los textos no son el centro de gravedad del proceso de enseñanza, sino un elemento organizador de las experiencias de aprendizaje, además dan seguridad a los padres, a los alumnos y a los mismos docentes, porque este recurso bien utilizado, referencia a los objetivos, los contenidos y las actividades a realizar en el aula de tal manera que de su interacción con la realidad, surjan las guías para lograr flexibilidad y autonomía ante la posible rigidez del currículum, y también para garantizar que se cumpla con el programa del grado respectivo.

A pesar de algunas opiniones en contra del uso del texto escolar, existen una serie de investigaciones que corroboran su influencia positiva en el rendimiento y prosecución estudiantil. Se pueden mencionar los trabajos realizados por Schiefelbein (1973), citado en Peña (1977), donde se concluye que si se mantienen constantes otros factores y sólo se varía la disponibilidad del texto, se observa que dicha variación influye en el rendimiento escolar, generando aumentos de 10 a 30 por ciento de los rendimientos promedios; también los trabajos del Departamento de Secretaría Educativa del Convenio Andrés Bello de la Organización de Estados Americanos, que han demostrado que a los niños que se le proporciona un libro de texto, alcanzan un mayor rendimiento que los que no lo tienen (Fuenmayor, 1997); a esto se agrega que, en un documento publicado por el Banco Mundial y titulado los Textos Escolares y el rendimiento académico, se indica que en dieciocho evaluaciones estadísticas, realizadas en diferentes países, se observó que la disponibilidad de textos era el factor que influía principalmente en la productividad (Nuñez, 1998).

Es por todo lo anterior, que en La Cadena Tricolor decidimos desarrollar libros que atendiesen, en una primera instancia, a los retos planteados por la reforma educativa, al trabajo en el aula con la metodología de proyectos pedagógicos, a la incorporación de ejes transversales integrados entre las distintas áreas del conocimiento, a la evaluación cualitativa, en fin, logramos hacer libros que se diferencian de los tradicionales por sus contenidos significativos y por su inmersión total en el objetivo de potenciar el ser, el saber, el hacer y el convivir, siendo este último uno de los aspectos más y mejor trabajados en nuestros libros, es decir lo comunitario.